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¿SEÑORA O SEÑORITA?




En Francia se quiere adoptar el tratamiento de madame para todas las mujeres, e ir retirando el de mademoiselle, que se aplicaba a las mujeres jóvenes o solteras.


La tendencia es no hacer la distinción en función del estado civil. En siglos pasados, el trato diferente era obligatorio, y más hacia aquí, todavía normal.

Maurice Chevalier cantaba una canción que se llamaba Mademoiselle de Paris, y Marcel Proust escribió: «Me encuentro con la duda de si le tengo que decir madame o mademoiselle, y eso me sonroja».

El doble tratamiento era embarazoso porque ocurría a menudo que alguien decía madame cuando la interpelada era soltera, o al revés.

Cuando yo era pequeño, me pasaba lo mismo. Pero, hoy en día, señorita queda un poco ridículo. Yo he asistido, por azar, a la pregunta de un señor que le preguntaba a una mujer: «Perdone, ¿le tengo que llamar señora o señorita?».

Años atrás, equivocarse en este punto era importante, y soy testigo de un hecho curioso y significativo. Un hombre se dirigió a una señora de bastante edad, por no decir francamente vieja, diciéndole «señora», y la aludida le corrigió con energía: «Perdone, pero yo soy señorita». Conservaba, orgullosa, su condición de soltera, que para ella significaba, además, virginidad.

Los franceses, que siempre han sido muy formalistas -al cabo del día aún dicen «perdón» 10 veces más que nosotros-, han mantenido de una manera bastante rígida la distinción social entre madame y mademoiselle, pero se han dado cuenta de que las cosas han cambiado.

En la literatura actual puede haber una determinada situación que justifique el tratamiento tradicional, como en la novela de Eric Holder titulada Mademoiselle Chambon. Pero en la vida real ya todos somos señores y señoras, aunque a algunas personas mayores les cuesta acostumbrarse.

Una vez oí cómo un señor que hablaba por teléfono le decía a su interlocutor: «Antes he hablado con una señorita ...». Son reminiscencias de cuando, si alguien del sexo femenino trabajaba en una oficina, quería decir automáticamente que no era casada y, por tanto, era una señorita.

Actualmente, en la correspondencia es frecuente suprimir tanto el tratamiento de señorita como el de señora. Se escribe, por ejemplo, Carme Rull y seguidamente dos puntos; nada más. Lo mismo sucede con señor. Y el don ya es historia. Cuando el sarcástico Josep Pla decía «señorita» siempre me sonó como si dijera poquita cosa.

Hoy el término Señora ya es globalmente más utilizado para referirse a ambos casos, ya que sugiere que no se haga una distinción si la mujer es casada o soltera.

En el idioma Inglés en cambio, existe una diferencia entre Miss, Mrs. y Ms. que justamente permite distinguir a mujeres solteras, a mujeres casadas, o mujeres que no se conoce su estado civil, correspondientemente.

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