Los
signos de interrogación y de admiración se ponen al principio y al fin de la
oración que deba llevarlos: ¿Dónde estás?; ¿A qué vienes?; ¿Te veré
mañana?; ¡Qué asombro!; ¡Ay de mí!
Si
las oraciones con interrogación o admiración son varias, breves y seguidas, no
hay necesidad de que, exceptuada la primera, empiecen con mayúscula:
¿Dónde has estado?, ¿qué has hecho en tantos días?, ¿como no te pusiste en
camino, así que recibiste mi carta?; ¡Cuánto engaño!, ¡cuánta perfidia!, ¡qué
imprudencia!
Cuando
lo escrito después de la interrogación o la admiración fuere complemento de la
pregunta o de la frase admirativa, no comenzará con letra mayúscula:
¿Digo yo que no tengas razón?, contestó Blas a Diego; ¡A las armas!, gritaron
todos.
El
signo de principio de interrogación o admiración se ha de colocar donde empieza
la pregunta o el sentido admirativo, aunque allí no comience el período;
v. gr.: Privado del racional discurso, ¿que es el hombre sino una criatura
desvalida, inferior a los brutos? Y si la caprichosa fortuna lo encumbra en
alto puesto, ¡cuántas lágrimas y ruina y sangre le cercarán en torno!
El
signo de principio de interrogación o admiración refleja el movimiento de la
entonación en las frases de este tipo, da claridad a la escritura, y no debe
suprimirse por imitar, con mal acuerdo, la ortografía de lenguas extranjeras,
que solo usa el signo final.
Hay
cláusulas que son al par interrogativas y admirativas, y en ellas podrá ponerse
nota de admiración al principio y de interrogación al fin, o viceversa:
¡Que esté negado al hombre saber cuándo será la hora de su muerte? ¿Qué
persecución es esta, Dios mío!
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