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LA DESIGUALDAD SERÍA MÁS TOLERABLE SI LOS RICOS TUVIERAN MÁS SENSIBILIDAD SOCIAL.


Toda generalización es riesgosa, pero en su gran mayoría los ricos son poco solidarios con los menos afortunados. Vamos por partes.

Empecemos por aclarar que no estoy hablando (o al menos no solamente) de los grandes cacaos, sino de esas personas adultas que conforman el 1% más rico del país, cuyos ingresos (laborales y de capital) son por lo menos de US$ 5.000 dólares mensuales. Es posible que usted o algunos de sus amigos sean parte de este grupo, pues son gente con alto nivel educativo e interés en los negocios y la marcha de la economía. Sin embargo, también es posible que usted se considere clase media, como la gran mayoría de la gente en este y cualquier otro país. Pero no se engañe: el ingreso mensual de un individuo promedio de clase media no llega US$500 dólares.

No crea que es usted es alguien promedio y que su barrio es lo más normal. Mire que todas las zonas de viviendas de las clases menos afortunadas, por la que usted evita transitar y desconoce casi por completo. En casi todas las grandes ciudades de Latinoamérica la historia es la misma.

Si usted es parte del 1%, es bien factible que no haga donaciones regulares a ninguna causa social ni le ayude a nadie fuera de su más estrecha familia porque cree que no le alcanza el dinero y porque está convencido de que paga demasiados impuestos.

Usted quizás es uno de los ciudadanos que se opone que el Gobierno le cobre mas impuestos por la supuesta oposición de las clases medias… como usted.

Usted probablemente cree que no sería necesaria una reforma tributaria si el Gobierno no regalara tantos subsidios de alimentos a los pobres y subsidios a la vivienda y a la salud, que solo sirven para que los pobres se vuelvan dependientes del Estado y pierdan las ganas de trabajar. Pero sabe que hay razones muy sólidas para eximir de todo impuesto a las acciones y los dividendos y para tener la mayor parte de sus ahorros en el exterior.

Usted quizás es generoso cuando se trata de atender a sus amigos o de mandar un buen regalo para el matrimonio al que está invitado, pero paga la propina mínima, le regatea a la vendedora de flores y cree que los plomeros están abusando con esos precios. Por supuesto, no tiene inscrita en el seguro a su empleada del servicio doméstico ni al mayordomo de su finca. Y si usted es un caso extremo de falta de solidaridad, se demora en pagarles a estas personas por sus servicios, aunque no tiene empacho en hablar frente a ellas de las exquisiteces del mejor restaurante en el que ha estado y del lujo deslumbrante del hotel en el que se hospedó en su último viaje.


O quizás no, quizás usted sí pertenece al 1% pero ha logrado superar estas mezquindades (en las que todos hemos caído siendo o no del 1%). En ese caso, no es preciso que haga aspavientos, pero sí sería bueno que riegue la bola: ser solidario es indispensable para que este país deje de ser uno de los más desiguales y con menos movilidad social del planeta. Dígale además a sus amigos que ser solidario es bueno incluso para uno mismo, y que nadie ha dejado de ser rico por tener sensibilidad social.

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