El
tiempo es veloz, la vida esencial, el cuerpo en mis manos me ayudan a estar
contigo
Quizá
nadie entienda, vos me tratas como si fuera algo más que un ser
Recuerda
que ayer era tan normal, la vida era vida y el amor no era paz
Qué
extraño, ahora me siento diferente, pienso que todavía hay tantas cosas para
dar
No ves que todo va creciendo hacia arriba y el sol
siempre saldrá mientras
que a alguien le queden ganas de amar.
Perdona mi amor por tanto hablar es que quiero ayudar al
mundo a cambiar ¡que loco! si realmente
se pudiera, todo el mundo se pusiera
alguna vez a realizar
Se
que aún me queda una oportunidad
Se
que aún no es tarde para recapacitar
Sé
que nuestro amor es verdadero
Cuando las
oportunidades ya no son infinitas como se vivencian en la primera juventud, las
oportunidades que se tienen se valoran mucho más.
¿Qué capacidades podemos recrear o resignificar en esta
etapa? Son muy variadas. Podemos
empezar a recrear o resignificar, muchas capacidades que hemos tenido, o
podemos empezar a adquirir nuevas capacidades.
Fundamentalmente la dimensión espiritual es la que hoy
vamos a tocar: cuales son
las actitudes espirituales que me permiten conectarme para re-habilitar, o
re-crear, o re-educar capacidades que fundamentalmente han estado en la
juventud pero que ahora se vuelven a revalorizar, y se vuelven a vivir
de otra forma.
Por ejemplo podemos mencionar la
capacidad de disfrutar, de gozar, de festejar y celebrar la vida. A
veces tenemos la capacidad contraria, es decir, la incapacidad de poder
disfrutar de lo que soy, de lo que tengo y de lo que vivo, la incapacidad del
placer vital (eso se denomina “anedonia”) que puede tener que ver con las cosas más profundas o las
más simples, con las más importantes o las más insignificantes.
En general, esta es una capacidad que vamos perdiendo,
sobre todo en el contexto en el que vivimos, de maltrato social, vincular,
familiar, personal. En esos contextos tan problemáticos, conservar la capacidad
de gozo por la vida es un ejercicio casi ascético, es decir, tenemos que
conseguir con una actitud laboriosa, dedicando energía interior, ese buscado
resultado del goce.
Hay
temperamentos que disfrutan naturalmente, pero otros no. Dicho de otra manera:
hay que “generar hábitos de disfrute”, y eso tiene que ver con repetir actos.
Esa repetición –ese trabajo previo- genera el hábito que después se
transformará en una disposición casi natural, más espontáneo.
Es tristísimo ver que esa
incapacidad del goce por la vida hoy se advierte en jóvenes y a veces en niños.
Es el envejecimiento prematuro en el contexto en el que nos van contagiando
enfermedades sociales de depresión, de tedio, de sinsentido de la vida, de
falta de horizonte, de vacío existencial y de falta de idealismo y de utopía
como para seguir caminando.
Otra capacidad: reconquistar la
dimensión social. A veces la vejez nos
recluye en soledades muy individualistas y por lo tanto hay que tender
puentes a vínculos comunitarios, solidarios, sociales. Eso da mucha sensación
de utilidad a las personas. Unido a esto, recobrar la capacidad familiar de
interactuación con otros, incluso con las diversas generaciones de mi familia:
insertarme, re-insertarme. No siempre los adultos mayores viven insertos en
familias. A veces viven solos, otras veces con otros abuelos. La relación que a
veces establecen los nietos con los abuelos es hermosa.
El
abuelazgo es un rol social hermoso e insustituible. Allí se nota de una
manera especial el disfrute de la vida y de los vínculos. Es la reconquista
afectiva de los vínculos como lo nutritivo para el alma.
También es
posible recobrar aquellas capacidades personales perdidas o que se han dejado
pendientes, o que nunca se ha podido darles tiempo. También las capacidades que
han hecho a lo profesional o al rol social que se ha podido tener en la vida.
También recuperar la capacidad emocional, amantiva, afectiva, sensible con el
resto de los vínculos o de la realidad nos puede esponjar el alma. Mientras la
vida o los contextos sociales cada vez más duros por las exigencias que tenemos
que vivir, y a la vez tenemos que defendernos, nos va erosionando, nos va
anquilosando, nos va volviendo cada vez más insensibles.
Otra capacidad es la espiritual,
contemplativa, de la fe, el sentido religioso vuelve a ser un sentido
trascendente que puede iluminar toda la vida en este trayecto de la segunda
etapa. Muchos comienzan aquí a alimentar su fe cuando antes no la tenían
o no era lo prioritario. La fe comienza a tener un lugar más preponderante
porque de alguna manera las preguntas más esenciales de la vida comienzan a
hacerse también en esta etapa porque vamos camino hacia respuestas también más
definitivas.
Otra de las capacidades a
recobrar es la intelectual: recobrar hábitos de lectura, escritura, instruirse,
aprender nuevas técnicas, idiomas, computación. Todo tiene que ver con
este re descubrimiento de la faz intelectual que no tiene por qué ser una faz
de decadencia para esta etapa de la vida. Mucha gente se dedica por ejemplo a
bucear por esta dimensión para la que
antes no encontraba tiempo o no le alcanzaban las energías por el hecho
de lo que supone la crianza de los hijos. Esas cosas que quedaron pendientes,
esos talentos que quedaron enterrados por falta de tiempo, pueden encontrar
ahora energía para invertir en ellas. Es darse la segunda oportunidad de la
vida en cosas sencillas pero a la vez muy gratificantes. El tiempo vuelve a ser
resignificado a partir de aquellas necesidades pendientes que ahora pueden ser
atendidas de alguna forma, además, sin todas las tensiones del tener que
elegir, de las tensiones de toda la primera juventud de definir un camino.
Ahora hay mucho más serenidad interior para poder desarrollar todos esos
talentos
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